Casi todos ustedes son testigos que históricamente, nuestro pueblo de alta y baja autoestima ha bautizado con nombres verdaderamente caprichosos a instituciones, calles y avenidas. De esas inspiraciones criollas con sabor a sancocho de gallina, han salido nombres inmortales como: Salsipuedes, Tumba Muerto y el Palacio de las Garzas. Ninguno de ellos es oficial, pero son tan prácticos y valederos que, difícilmente podrán borrarse de nuestras memorias para beneplácito de nuestras deficientes nomenclaturas. Pero todos esos apodos tan acertados, tienen sus causas muy bien ponderadas en el increíble devenir de nuestro pueblo, ya sean estas folclóricas, históricas o poéticas.
La pena internacional, más grande que he pasado en mi vida, la acabo de vivir en Valledupar, gracias a Dios en un aparte social que sabemos darnos los buenos parranderos que quedamos en este hemisferio de la corrupción. Yo no sabía que a la zona le llamaban "The Panama Red". Yo juraba que ese nombre había estigmatizado a nuestro país por algunos pequeños vicios de los habitantes de las catorce bases militares que allí vivieron soberanamente y que le dieron buena fama a la mariguana del Archipiélago... Pero no, me lo aclaró tajantemente una pareja notable de norteamericanos que saben mucho de Panamá, que el afamado nombre de "The Panama Red", nos viene de los administrativos del canal.... El ánimo se me vino a las cutarras porque el chiste corrió entre comentarios políticos, hasta el amanecer.
Ni el sol de la avanzada mañana, que pegaba en las aguas del río Guatapurí, evaporaba el sopor del cuento de la noche anterior. El otro año y para que no me recuerden por qué el nombre de "The Panama Red", ni nada que me sepa a la improductiva discusión de la ampliación del Canal, no acudiré a la cita del Festival de Valledupar, si no que iré dos meses después al Festival de Barranca Bermeja, el cual es más folclórico, ya que en vez de acordeón utilizan guitarra y no van tantos extranjeros entrometidos a molestar a uno.