Tanto como un médico, un educador, un ingeniero, un sacerdote, cualquier artesano, muchos municipios de nuestro peculiar Panamá, están requiriendo con urgencia suprema, un alcalde. Pero no cualquier alcalde.
Estos municipios demandan primeras autoridades a quienes están dispuestos a pagarles jugosos emolumentos, incluyendo viáticos y gastos de representación, pero que al mismo tiempo cumplan con algunos requisitos mínimos.
Por ello, requieren de un alcalde que camine por las calles llenas de huecos; que visite las escuelas y se percate de las muchas necesidades tanto de los inmuebles, como por el personal docente y educando; que no le da prioridad a su inmensa parentela para que ocupen los puestos municipales; que no desaparezcan una vez que toman posesión.
Esos mismos municipios demandan de una primera autoridad que no permita que las estrechas calles de los poblados se conviertan en inmensos talleres mecánicos dándoles una apariencia de cementerio vehicular; que le permita a la gente que lo vean y que no se escondan tras lujosos carros con vidrios ahumados.
Esa gente que una vez se entusiasmó con su candidatura, también quiere que se propicien programas de becas para estudiantes de bajos ingresos; que se tomen un tiempo para compartir un café negro y frío y hasta sin dulce si fuera necesario, en los ranchos por donde pasaron en tiempos de proselitismo.
También se necesita un alcalde que no se haga de la vista gorda ante el inminente incremento de la delincuencia, la drogadicción, la prostitución, sobre todo infantil; un alcalde que tenga cojones para exigirle a los gendarmes de su localidad, vigilancia completa sin exigir a cambio prebendas económicas a los comerciantes.
No está de más acotar, que también se requiere de una autoridad municipal que sea humilde con quienes debe serlo, y drástico al momento de impartir justicia y sin temerle al juicio de la familia de un castigado por el hecho de ser parientes.
Finalmente, es urgentemente necesaria la existencia de un alcalde que encause el destino de su pueblo, y no que lo ahogue forzando ingresos para enriquecer las arcas municipales, con la esperanza que sus ingresos se incrementen en contubernio con ediles de su municipio.
Este tipo de alcalde lo tendremos, cuando saquemos del bolsillo de nuestras conciencias, el voto que lo lleve al mandato con el compromiso que los aplaudamos y acompañemos en su labor si es buena, o que tenga suficientes pelotas para renunciar cuando vea que la camisa le queda muy grande. |