Un resbalón de John Terry en el lanzamiento de penaltis redimió a Cristiano Ronaldo, el jugador que actualmente representa la esencia del fútbol, situado a orillas del infierno tras errar su tiro y dejar a las puertas de la frustración a su equipo.
Cristiano Ronaldo revivió cuando el capitán del Chelsea narró su disparo. Compensó el del portugués. Amenazado por los dictados de la leyenda negra de las grandes estrellas en las citas magnas, que suelen afear una gran actuación o una soberbia carrera en esos momentos cumbres.
El futbolista portugués, el más rutilante de los jugadores que circulan por el universo futbolístico, ya tiene su corona. Salió de Moscú, del estadio Luzhnikí, con el éxito que proyecta a los grandes futbolistas. El que puede proyectarle hacia el Balón de Oro. El del mejor. En puertas de la Eurocopa.
En pleno debate sobre su futuro, Ronaldo disparó su cotización. Nunca volvió la cara a la cita, magna. Asumió la responsabilidad que se le presupone. A pesar de su juventud. Marcó el tanto de su equipo. Sobresalió.
El primer detalle saltó al cuarto de hora de partido. El luso superó a Michael Essien y centró al segundo palo. No lo aprovechó nadie. A la media hora un centro de Wes Brown le abrió la puerta de la gloria. Cristiano remató de cabeza para batir al checo Petr Cech.