Recientemente, las agencias internacionales revelaron que los Estados Unidos subsidiarán la agricultura en los próximos años por 180 mil millones de dólares en subvenciones públicas directas para los trabajadores de este sector en este país, lo que representa casi un 80 por ciento de los gastos destinados para su funcionamiento.
Estas medidas proteccionistas de Washington se suman a las de acero y contradicen la política de liberalización que se impone a los países en vías de desarrollo. Si por este camino vemos a Europa, sólo Francia, anualmente, también hace lo mismo por un monto de diez mil millones anuales.
Sin entrar a analizar otros incentivos que los países poderosos dan a su agricultura, vemos cómo la Organización Mundial de Comercio enmudece ante el asombro de los países en vías de desarrollo que se les impone bajar o eliminar los aranceles desprotegiendo de incentivos a sus agricultores para beneficiar a los países ricos, que inundan el mercado nacional con todas clases de productos a bajos precios en detrimento de la economía del sector.
En el caso de los Estados Unidos, esa extraordinaria suma va dirigida a productos como soya, trigo, maíz, algodón, lácteos, lana, miel, garbanzos, maní y lentejas, productos éstos que son exportados a nuestro país y que al ver el precio decimos que los nuestros no pueden competir. Esta y muchas otras falacias deben explicarnos nuestros economistas globalizados que ciegamente han querido llevar al país al desastre económic. |