Pude haber sido víctima de "misteriosos" francotiradores hace cincuenta años, cuando fue asaltado a balazos el Instituto Nacional.
Decenas de jóvenes nos habíamos tomado nuestra Alma Mater, luego de enfrentamientos con la Policía donde murió el artesano José Manuel Araúz.
Pedíamos "más escuelas y menos cuarteles". Desde esa época se sabía la influencia de la Policía en los gobiernos civiles. Es más, se decía que quien mandaba realmente era el comandante y no el presidente...
Durante tres noches estuve "protegiendo" las instalaciones del llamado "Nido de Águilas", junto a decenas de jóvenes de secundaria y universitarios.
Como verdad histórica hay que confesarlo. No sé cómo llegaron, pero habían algunas armas. Las que vi eran carabina M1, militar, que se usaron en la Segunda Guerra.
Un rifle con mira telescópica de cacería. Revólveres 38 y pistolas 45.
A mí me dieron un viejo revólver y "cuidaba" una ventana. Otros jóvenes hicieron bombas de gasolina.
En la mañana se escondían las armas y otros jóvenes ocupaban el Instituto para protegerlo.
La balacera comenzó horas después que había terminado mi turno. Traté de ir al Instituto pero hubo una huelga de buses, conveniente y sorpresiva. Era 22 de mayo de 1958.
Esta ha sido la peor matanza que ha sufrido el movimiento estudiantil de manos de panameños... ¡Y poco se sabe de ella!
Como periodista todos los años escribo sobre este acontecimiento, en reconocimiento a los que murieron luchando por mejores días para Panamá.
Estoy casi solo en esta tarea. Por eso me conmocionó saber que el docente y escritor, Ricardo Arturo Ríos, había escrito un libro sobre la "generación institutora del 58".
Allí revela detalles de la matanza, que no pude conseguir el año pasado. Estuve horas en la Biblioteca Nacional revisando periódicos dañados de la época. Les quitaron páginas con detalles...
Se nota que hay intereses en esconder este lado oscuro de la historia panameña, que está lleno de diferentes versiones.
En su libro "Memoria de mis Memorias", el profesor Ríos señala que "esa es la historia silenciada por los académicos y eruditos de la historia panameña".
Yo mismo he pedido a un conocido historiador que investigue. Sin embargo, solamente dedicó dos líneas en un artículo a esta matanza.
Escribir sobre todo me ha costado amenazas legales y por lo menos alguien disgustado... (continuará).