Contra el mito de que la corrupción es propia de países empobrecidos, los escándalos de Eurostat en Europa y Enron, World Com y otros en EEUU muestran que la corrupción es un tumor del capitalismo neoliberal, no cosa de pobres. Políticos, funcionarios, ejecutivos y altos empleados meten mano en la caja y se enriquecen ilícitamente. En este tiempo de auge del capitalismo neoliberal, de hegemonía de la privatización de lo público y de desregulación financiera, la corrupción se ha enseñoreado del mundo.
Corromper es "sobornar con dádivas o de otra manera para conseguir un beneficio", según el Diccionario de la Lengua Española. Pero más completo es que "corrupción es un abuso del poder público en beneficio personal y privado" y, también, "comprar y vender lo que de ningún modo debe estar sujeto a compraventa". Corrupción es soborno, extorsión, malversación de dinero público y apropiación indebida. En la corrupción siempre hay corruptor y corrompido.
En la raíz del aumento de la corrupción no sólo hay un auténtico sector de intermediarios que la facilitan y promueven, sino que el abandono de la dimensión moral que el capitalismo tuvo alguna vez. Hay que recordar que la corrupción y su creciente expansión, tiene mucho que ver con ese invento de las grandes potencias democráticas: los paraísos fiscales, obra mimada del capitalismo neoliberal. Pues sin la opacidad, el secreto y la desregulación absoluta de los paraísos fiscales, corruptores y corrompidos lo tendrían más difícil para esconder su dinero sucio y tampoco podrían hacer sin temor, negocios turbios con ese dinero. Pero los corruptos pueden estar tranquilos. Desde Liechtenstein hasta la isla de Man, Bahamas, Bermudas, Islas Vírgenes, Filipinas, Tonga, Panamá, Mauricio, Gibraltar, Mónaco, Araba, Fidji y un largo etcétera, protegidos por las organizaciones económicas internacionales, los paraísos fiscales aseguran la máxima opacidad y oscuridad a cientos de miles de operaciones financieras, que lavan y ocultan miles de millones de la corrupción. El capitalismo sigue.
Al final, el viejo Marx tenía razón cuando escribió que "todas las naciones capitalistas abrazan periódicamente el fraude, pretendiendo ganar dinero sin mediar proceso productivo".