La violencia continúa haciendo estragos en Colombia. Aunque se ha avanzado mucho en el gobierno de Alvaro Uribe en la erradicación del crimen organizado, el control gradual del narcotráfico y el combate a los grupos insurgentes, todavía hay momentos en que pareciera triunfar los promotores del terror.
La muerte de la hermana del ex presidente y otrora Secretario General de la Organización de Estados Americanos, César Gaviria, demuestra que hasta los más poderosos y las personalidades de renombre en Colombia no escapan de la tragedia que vive ese país sudamericano.
Cerca de 42 millones de colombianos son rehenes del miedo y la presión de los insurgentes que intentan por todos los medios consolidar su poder, a costa de las armas y el baño de sangre.
La vorágine de la violencia nació en 1948, justamente cuando el político liberal Jorge Eliécer Gaitán, es acribillado de similar forma que la hermana de Gaviria. El levantamiento conocido como "Bogotazo", y la aparición de guerrillas en 1961, incentivaron a la plebe a aplicar la política de tomarse la justicia por sus manos, generando lo que hoy vemos en Colombia.
Liliana Gaviria fue víctima, al parecer, de grupos guerrilleros que se molestaron de las críticas del ex presidente ante la intolerancia política.
Pero es el mismo pueblo colombiano el que debe buscar la forma de acabar con la violencia, de la cual ha provocado que dos millones de personas queden desplazadas y otros tantos miles tuvieran que emigrar.
Ojalá algún día Dios ilumine a los colombianos para volver al camino del diálogo y la paz, antes que el casi eterno conflicto que ellos viven termine por destruir su sociedad, causando a su vez la expansión del conflicto más allá de sus fronteras.