Las estadísticas revelan la comisión de quince homicidios en el último fin de semana sólo en la provincia de Panamá y la ciudad de Colón. Es una cifra exagerada para un país tan pequeño como el nuestro.
Ese resumen fatal parece haber roto el récord de asesinatos de las últimas décadas. Las calles del área metropolitana se están convirtiendo en depósitos de cadáveres y eso poco a poco, nos transforman en un país peligroso con altos niveles de violencia.
La tasa de homicidios ya alcanza 24 por cada 100 mil, cuando el promedio es de 9 asesinatos por 100 mil habitantes.
Las causas son diversas y no es sólo una responsabilidad de la Fuerza Pública. La tarea comienza primero en casa, donde los padres deben poner orden y no dejar que sus hijos recurran a la violencia para dirimir sus diferencias o incurran en actos delictivos bajo la protección cómplice de los encargados del hogar.
Ya sea por narcotráfico, robo o una mera disputa de vecinos, la gente trata de resolver sus asuntos con un arma de fuego.
Si bien es cierto que se debe atacar rápidamente la casi nula labor preventiva de la Policía sobre todo en horas nocturnas, también es cierto que no se puede asignar a un uniformado en cada esquina del país.
Frente a ello, el hogar y la sociedad deben hacer sus aportes, de lo contrario al ritmo actual, en el 2010 llegaremos a mil asesinatos, un récord que no representa ningún orgullo para un país tan pequeño, sino una vergüenza para todos.