Tanto Omar Torrijos Herrera como el tratado que nos devolvió el Canal, están muertos y lo prudente es dejarlos descansar en paz. Torrijos perdió la vida el 31 de julio de 1981 y el tratado expiró el 31 de diciembre de 1999. Pero, en cualquier momento podemos quedar igualito que en 1903, pues pende sobre nuestras cabezas el Tratado de Neutralidad Permanente del Canal, firmado por las mismas manos en 1977.
Este último tratado, léase: "Tratado Concerniente a la Neutralidad Permanente del Canal de Panamá y al funcionamiento del Canal de Panamá" es persecula seculorum, es decir hasta el final de los santos de los últimos días. Este tratado eterno, sólo tiene ocho artículos los cuales nos pegan como una lapa a los Estados Unidos, cosa por lo cual me alegro por una parte, sobre todo por la mediocridad de estadistas que se están produciendo en serie, en esta América Latina de Vargas Vila.
Yo espero, por el respeto que nos meremos los panameños de parte de nuestros gobernantes, no así de los gringos que históricamente nos respetan cuando les da la gana, que el proyecto de la ampliación haya sido consultado detalladamente con los caras pálidas, tal como lo sugiere el artículo cuarto del Tratado de Neutralidad Permanente y la Enmienda de Concinni.
No sería justo, con la exorbitante deuda externa que tenemos y que a veces no podemos pagar ni los intereses, nos vayamos a gastar plata en un plebiscito y que después los gringos vayan a salirse con el cuento legal, que hemos lesionado la declaración correcta y autorizada de ciertos derechos de las partes contenido en la declaración de los dos gobiernos en el Tratado de Neutralidad entre Panamá y Estados Unidos.
Y, es señores que los gringos no tienen amigos, ellos tienen intereses. Que es lo más correcto, porque en la vida los amigos son para joder y los enemigos no dan un solo centavo.