La primera regla en la política de Panamá parece ser: que quede en familia.
Martín Torrijos, el candidato favorito para las elecciones presidenciales del 2 de mayo, es el hijo de un ex dictador. Su deseo es ocupar el puesto de la actual presidenta panameña Mireya Moscoso, la viuda de un hombre que fue electo jefe del gobierno en tres ocasiones.
Las dinastías políticas no son nuevas en América Latina, e incluso Estados Unidos vota de vez en cuando por un hijo favorito.
Pero la centralización del poder político en Panamá es un síntoma de una de las concentraciones de riqueza más desiguales del mundo, un problema que daña la economía y afecta tanto a los trabajadores de las relucientes torres corporativas como a los habitantes de los barrios pobres de la selva e incluso a su famoso canal.
Analistas políticos dicen que de manera predecible los candidatos en el país centroamericano se han hecho campaña como héroes de los pobres, aunque todos seguirían una línea pro empresarial, pro Estados Unidos, si resultan electos.
"No hay opciones en esta elección", dijo Rolando Gordon, profesor de economía en la Universidad de Panamá.