A pocas horas de haber terminado su discurso el presidente del Banco Mundial, donde advertía que el alto costo de la vida es una amenaza a la estabilidad en Panamá, los dueños de panadería anunciaban un aumento en el precio del pan que puede ser de hasta 40 por ciento.
En pocas palabras, el pan más barato estará entre 20 y 75 centésimos. La época en que los pobres compraban un real de pan y otro de queso para engañar al estómago y disimular el hambre, quedó atrás.
Existe una realidad, los costos hacían imposible a las panaderías mantener los precios de las variedades de pan. El saco de harina más que duplicó su costo en pocos meses, al pasar de 21.50 dólares a 44 dólares. Aparte de eso, el aumento quincenal del combustible y los incrementos en la tarifa de energía eléctrica, ahogaban a los vendedores de pan.
No hay que olvidar que el pan junto al arroz son los alimentos preferidos de los panameños, por lo que el incremento en su precio, constituye un nuevo zarpazo al presupuesto de los hogares del país.
Así las cosas, cada mes la cosa se le pone más dura a los panameños, ya que los salarios son los mismos o los aumentos de sueldo que se disponen, no compensan la inflación.
Los funcionarios deben hacer algo. El recurrir a la retórica de la bendita o maldita libre oferta y demanda no resuelve nada. El consumidor no entiende de teorías económicas, sino de cosas concretas: poder comprar alimentos de calidad a buen precio.