Ayer se acabó el papado de Karol Wojtyla. Sus últimos días fueron como una especie de vía crucis, que soportó con resignación Juan Pablo II. El mundo llora la muerte del Obispo de Roma.
Nacido en Polonia, tras la Cortina de Hierro, Juan Pablo II fue el primer Papa no italiano en 456 años. Fue un obrero de la industria minera, de donde, que luego de un grave accidente laboral optó por el sacerdocio en 1946 y el 16 de octubre de 1978, con apenas 58 años, se le eligió como sucesor de Juan Pablo I.
Durante su papado, El Sumo Pontífice promovió la caída del comunismo. Fue histórico su mea culpa ante el silencio de la Iglesia frente al Holocausto judío.
En vez de pemanecer en El Vaticano optó por recorrer el mundo entero. Estableció relaciones diplomáticas con Israel, recibió a Mijail Gorbachov y visitó Cuba.
Al mismo tiempo, Juan Pablo condenó los excesos del capitalismo, proclamar la justicia social y elevó su voz de oposición a las guerras.
A lo interno de la Iglesia. Estuvo chapado a la antigua, rechazando toda posibilidad de incorporar mujeres al sacerdocio o modificar el celibato forzoso.
También se opuso a toda forma de anticoncepción artificial, prohibió el condón combatió el homosexualismo y se opuso al aborto, la eutanasia, la pena de muerte y al divorcio.
Su salud se fue resquebrajando en los últimos años por el mal de Parkinson y otras enfermedades. Sus últimos días revelaron el aprecio mundial que le tenían los más de 1,000 millones de católicos del mundo.
Todo indica que su reemplazo será un cardenal italiano, que deberá desarrollar un gran trabajo para llegarle a la altura de Karol Wojtyla.