Asimismo, en este misterio de la resurrección , estamos con vosotros, los que en estos días habéis decidido dar un nuevo impulso a los propósitos de vida cristiana, arrojándoos a los brazos misericordiosos de Cristo; estamos con vosotros, los que acabáis de convertiros o bautizaros, y habéis descubierto la llamada del Evangelio.
Estamos con vosotros, los que tratáis de superar las barreras de la desconfianza con gestos de bondad, de reconciliación en el seno de las familias y de la sociedad; estamos con vosotros, hombres del trabajo y de la cultura que queréis ser levadura evangélica en vuestro medio profesional.
Estamos con vosotros, almas consagradas a Cristo, y, especialmente, con vosotros, los que os prodigáis -sobre todo en tierras de misión- para llevar a los hermanos la buena nueva de la humanidad redimida por Cristo; estamos con vosotros, mártires de la fe de Cristo, que, sometidos muchas veces a opresiones ocultas o ignoradas, enriquecéis la Iglesia orando en silencio, soportando con paciencia, implorando el perdón y la conversión de quien os persigue; estamos con vosotros, hombres de buena voluntad de toda condición y todo continente, que de distintas formas sentís la atracción de Cristo y de sus enseñanzas.
Estamos en todas las llagas dolorosas de la humanidad contemporánea, estamos con todas las expectativas, esperanzas y alegrías de nuestros hermanos, a los que Cristo resucitado confiere sentido y valor.
La Iglesia comparte hoy el mensaje pascual con todos los hermanos en Cristo y con todos los hombres del mundo.
Estamos con vosotros, muy especialmente, en los lugares en que la opresión de las conciencias no permite orar juntos y celebrar la Pascua. Escuchad todos las palabras de este mensaje.