Sólo bastaron unos minutos de conversación con el colombiano Luis Gonzalo Gómez Salazar, de 50 años, para poder percatarse de que es todo un intelectual. Llegó hace siete años a Panamá como parte de un convenio de la Alianza Canadiense Internacional con la Ciudad del Saber donde en el acelerador de empresas del Tecno Parque, colocó una compañía.
Para hacer crecer la empresa decide trabajar en el área agroindustrial y coloca una distribuidora de abonos orgánicos.
Una tarde de 2004 decide aceptar una invitación a la Feria del Vino, donde conoce a un personaje relacionado al área agroexportadora que se interesó mucho por su proyecto de abonos y que prometió inversiones que nunca se dieron.
Estos supuestos inversionistas a su vez le pidieron el favor para que le pagara una hipoteca aprovechando que mantenía un negocio legalmente establecido, para lo que le mandaron un giro internacional a través de un banco reconocido, y se suponía que el dinero era lícito. Al final la transacción no se logró y el giro se le devolvió a su dueño. Este hecho fue el inicio de lo que sería la experiencia más amarga en la vida de Luis Gonzalo, al quedar involucrado en la famosa Operación Divino Niño, por la que hace más de cinco años está detenido en La Joya, y por lo que perdió parte de las cosas más preciadas que un hombre pueda tener, su familia.
Encerrado en los barrotes sólo sus libros y las manualidades que hace para ganarse la vida le sirven de distracción, mientras se pregunta: ¿cuándo llegará la anhelada justicia?
El colombiano Johnny Novoa Franco, de 35 años, era un empresario al que la vida le sonreía; de su matrimonio, hoy roto, nació una hija que actualmente tiene 10 años, y a la cual tiene más de cinco de no ver.
Aunque nunca conoció a su compañero de infortunio, Luis Gonzalo Gómez, desde hace 51 meses comparten la misma realidad: ser dos de los detenidos que resultaron de la "Operación Divino Niño".
Novoa era el propietario de Pupys, S.A; una pequeña compañía en la Zona Libre de Colón, dedicada a la venta de licores, cigarrillos y en donde también se reempacaba, se llevaba y recibía carga. Todo iba viento en popa y para diciembre del 2005 ya tenía planeado traer a su familia para establecerse en Panamá.
Pero justo en noviembre de ese año, la vida le cambiaría por completo. Él fue detenido junto a su madre, quien posteriormente fue liberada, y acusado de que su empresa y otras poderosas de la zona franca, se utilizaban como una red para el lavado de dinero.
Tras cinco años detención, lo que más extraña es no ver crecer a su hija, con la que sólo habla algunos minutos por teléfono y a la que aún no le ha dicho la verdad y sólo le hace ver que está trabajando en el extranjero.
Con una mirada triste, reflexiona y se cuestiona cómo en segundos le puede cambiar la vida a un ser humano, que un día puede ser un próspero comerciante, o un intelectual, y mañana puede estar tras los barrotes de una cárcel.