Hay un refrán que dice más o menos que los reconocimientos siempre llegan, aunque sean un poco tarde. Esto podría aplicarse al gran atleta panameño LLoyd LaBeach, ganador de las dos únicas medallas de Panamá en Juegos Olímpicos.
Ayer la Confederación Centroamericana y del Caribe de Atletismo, con sus máximos representantes en nuestro país, lo elevó al Salón de la fama, un hogar destinado para los inmortales de este gran deporte.
LaBeach fue un corredor magnífico en los años 40 y 50. Era difícil ganarle y más en los 100 metros planos-. Los que compitieron contra él así lo decían, los números o marcas que implantó para la eternidad lo demuestran y los que lo vieron correr siempre lo recuerdan por su gran velocidad y sus deseos de gran ganador, desde sus primeros años en el parque Istmeño, hasta en el estadio Olímpico de Londres.
En los Juegos Olímpicos de 1948, LaBeach ganó en los 100 y 200 metros planos las medallas de bronce, que son las únicas que nuestro país ha logrado en estos juegos. Pudieron ser plata u oro, pero la historia fue esa.
La Beach y su hermano Sam, y otros grandes corredores, le dieron lustre el deporte del atletismo en juegos regionales. Corrían en los relevos como unas gacelas. Los veteranos expertos de esos años, recuerdan a los hermanos LaBeach, a Cirilo McSween y Frank Prince. El gran atleta, ganó medallas de oro en Juegos Bolivarianos y en un momento tuvo la marca de 10.1 en los 100 metros planos, pasando a ser el primero en el mundo en lograr ese bajo registro. Pero lamentablemente su tiempo no fue reconocido. Esto sucedió en 1951 en Ecuador.
Hoy dia las cenizas de su cuerpo reposan en el Santuario Nacional, gracias a una acción del INDE en los años 90, en que Samuel Mowatt jugó papel preponderante.
Honor a quien se lo merece: Lloyd LaBeach.