La riqueza de la república está concentrada en la notoria fuerza humana que se levanta, asistiendo religiosamente a las aulas escolares a tomar la bebida reivindicativa que a manera de efluvios maravillosos son exhalados de los claustros, auxiliados y certificados por el cuerpo acucioso de profesores que abren diligentemente las puertas, persiguiendo el desarrollo de las mentes enciclopédicas, puestas al tanto de los emocionantes acontecimientos actuales.
Son los mancebos ilusionados, en completo enamoramiento del ideal, tesoneros cazadores de esperanzas que residen en lo recóndito de las potentes reservas, avalanzándose con premura sobre el regazo del porvenir, al encuentro de los secretos seculares alojados en las inmensurables provisiones de conocimientos, obtenidos como sensitivos arsenales custodiados anhelosamente por los siglos.
Pléyade de jóvenes decididos y encomiosos toman rumbo a desentrañar el misterio, prestos a indagar sus tesoros acumulados en complicidad con el tiempo. Es mayor el interés de éstos modelos promovidos por la curiosidad que en carrera dignificante se lanzan sedientos a delatar lo desconocido, multiplicando sus energía y movimientos corporales, extrayendo con cuidado sumo los conocimientos atesorados, como extraños amuletos de las oscuras entrañas del silencio.
Y así nace el deseo de estudiar, rompiendo los anacrónicos sistemas, voceros entorpecedores., de sentimientos medievales que aun persisten. Concerniente a la educación presente a la luz del accionar, hoy doy un alto, examinando el sendero retrospectivo de la historia, muy distinto en el instante al dejado por nosotros, marcado de probidad y patritisno denotando el afincamiento de probatoria honestidad.
Los rastro indelebles que dejamos coronando el pasado, han insistido en tacharlos con inusitada presurosidad, queriendo eliminar los atributos que nos hicieron inmortales en el campo inductivo de la inabarcable sabiduría.