En cuestiones de sexo la regla es igual que en la guerra y el amor: todo se vale.
Pero, hay que saber establecer el límite entre un trastorno y un simple deseo.
Se cree que todos los hombres se excitan viendo un cuerpo desnudo o a personas teniendo sexo. Pero hay un límite, una delgada línea donde una simple práctica o fantasía excitante puede convertirse en un trastorno sexual. En algunos casos, incluso, puede llegar al extremo de terminar en un delito.
Se conoce como voyeur a la persona que tiene la fantasía sexual recurrente de excitarse viendo cómo otras personas se desnudan o tienen sexo. Según el Manual de Diagnóstico de los Trastornos Mentales (DSM IV), estas fantasías e impulsos sexuales se registran durante un período no inferior a los seis meses y provocan un malestar clínicamente significativo o un deterioro social, laboral o de otras áreas de la actividad del individuo.
A diferencia de lo que puede ser considerada una fantasía convencional, el "mirón patológico" se caracteriza por hacer de su acto un hecho compulsivo y reiterado. La vida del voyeur suele girar en torno a su obsesión oculta.
Para ser voyeur se deben dar dos condiciones: por un lado, que la persona observada esté en una situación que sea erótica y excitante para quien la está espiando y, por otro, la "víctima" no debe saber que hay alguien que la está teniendo "en la mira".
El voyeur goza al saber que espía sin ser descubierto. No tiene intenciones de alertar, ni mucho menos de agredir o amenazar a sus "musas inspiradoras". Sólo observa, se excita y se masturba.