En la vida tengo necesidad de hacer, sobre todo dos cosas: "Creer siempre en Dios y olvidar los malos momentos". Conozco a mucha gente y conozco su manera de expresarse. Estoy cada vez más persuadida de que no existen tantas personas alejadas de Dios. Sé que cada persona es un mundo aparte; vive, piensa, siente y reacciona a partir de su mundo cuyo centro profundo me resulta siempre extraño. Por eso visité la Iglesia de la Virgen de Guadalupe, el día viernes 9 de febrero del año 2007. La "liturgia" había cobrado vida con la extraordinaria concurrencia que abarrotaba el recinto. ¡Qué aspecto tan sorprendente! Detrás de esa ilimitada multitud piadosa, los problemas anímicos desaparecieron por un momento. Los aires carnavalescos tomaron otro rumbo; sólo se percibía un profundo regocijo espiritual cristiano. Se notaba un ambiente de profunda oración a Dios.
He aquí esta cita: El famoso teólogo de Nimea E. Schubeckmos dice: Se necesita felicidad creativa para presentar el Evangelio como "buena noticia para el hombre de hoy. No basta seguir repitiendo monótonamente la doctrina cristiana con la gran verdad de la salvación. Para evangelizar es necesario introducir en la vida la salvación concreta de las gentes una experiencia que pueda ser percibida como sanadora y salvadora. Si el evangelio es "buena noticia" "se ha de notar como nueva y como buena". No se puede lograr la felicidad evitando el problema del sufrimiento y la tristeza. Absorta la liturgia del P. Barrera me dije: Pareciera que este activista de la palabra de Dios y sus colaboradores inmediatos P. Bedoya y P. Arcia hubiesen sido discípulos del citado teólogo. Su dinámica elocuencia logró un sólido silencio y un regocijo profundo. Todo el mundo se hallaba cerca de Dios. Nada perturbaba la magnitud del acto cristiano. Jamás se ha contemplado algo igual. ¡Qué liturgia más sublime! Hay que tener presente la siguiente frase que cerró el acto religioso: "No echar en saco roto la gracia de Dios".
