La decisión de la mandataria Mireya Moscoso, de despojarse de la inmunidad adjudicada a su cargo eventual en el Parlamento Centroamericano (PARLACEN) representa una maniobra sana y adecuada para evitar suspicacias sobre un tema extremadamente controversial que afecta a la región: la impunidad.
Los sonados casos de corrupción y abuso de poder de ex presidentes de Centro América, como Arnoldo Alemán de Nicaragua y Alfonso Portillo de Guatemala, demuestran que algunos mandatarios, de forma bellaca y aprovechada, tratan de utilizar el fuero parlamentario para escudarse del brazo de la justicia y evadir responsabilidades penales en sus respectivos países.
Pero, a pesar de la acción voluntaria de renunciar a la inmunidad, vale la pena recordar que este organismo regional es no vinculante y que tampoco hay mecanismos que garanticen que la posición de la mandataria frente a la tan cacareada inmunidad se hará efectiva a su tiempo.
Según algunos expertos en jurisprudencia panameños, aunque Mireya diga que dejó la inmunidad, técnicamente la sigue disfrutando. Es decir, que se mantendrá como diputada del PARLACEN, con todos sus privilegios.
Es también notoria que la decisión tomada por algunos mandatarios centroamericanos de cuestionar el sistema del PARLACEN y la inoperancia de este organismo para buscar la integración regional, vino del presidente de Honduras, Ricardo Maduro, cuyas raíces lo vinculan a Panamá.
Recordemos que el PARLACEN tuvo su oportunidad de jugar un importante rol en la comunidad internacional, al ser un elemento para mitigar la crisis de las guerras civiles internas en Centro América durante las décadas pasadas. Pero hoy, todo a cambiado.