D urante los días de descanso obligado que nos proporciona la celebración de carnavales, para nosotros, los ahora llamados "adultos mayores", sólo el avance tecnológico de la televisión y la internet mitigan un poco el aburrimiento.
A estas alturas de nuestras vidas no debiera sorprendernos nada de lo que vemos en la televisión, con respecto a la manera como la juventud celebra las festividades del Dios Momo, especialmente durante el "culequeo".
No se piense que por "adultos mayores"criticamos ciertas actitudes. Pensamos que hay cosas que no deben hacerse públicamente. El hecho es que cuando nos cansamos de ese espectáculo, muy denigrante en ocasiones donde las jóvenes, sin ningún pudor, se van despojando de sus ropas, preferimos refugiarnos en la lectura.
Y es un verdadero placer cuando encontramos un libro, casi olvidado, que al releerlo nos recuerda una de las cualidades que más debemos cultivar: la tolerancia.
Algo sobre el tema lo encontramos en el libro escrito por la española María del Carmen Soler, quien con muchos años de experiencia y siendo abuela, escribió "Cómo enriquecer la Tercera Edad".
Inicia su obra con un diálogo entre Augusto Rodin y Anatole France. Escultor el primero y escritora la segunda. Ambos franceses.
Hablaba Rodin del tedio que le dominaba y se preguntaba si valía la pena vivir. France le responde: "haz el amor". Sorprendido él , le pregunta: "¿el amor?. Ella insiste. "Sí, el amor, si puedes, claro, pues la naturaleza, tan pronto sabia como todo lo contrario, ha colocado los ímpetus viriles en nuestros años de juventud en los que maldita la falta que nos hacen, pues ya a ésta edad de por sí nos suministra innumerables estímulos y quehaceres para amar la existencia; en cambio deja desguarnecida la vejez de ese supremo aliciente y la mayoría nos hallamos impotentes en todo sentido".
Entre extraordinarias enseñanzas y curiosas anécdotas transcurren las vivencias de la autora, que al final dice: "hay que hacer un esfuerzo para comprender la impaciencia juvenil. Los jóvenes no están cansados, pero sí deslumbrados".
Asustados, pensamos nosotros. Asustados de encontrarse en un mundo sin esperanzas de tener un trabajo, de formalizar un buen hogar, de la delincuencia de la corrupción, que es tal vez lo que les enseñan los que actualmente no son "adultos mayores".