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El ayer y hoy de los carnavales

Por: Agustín Jurado | Crítica en Línea

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Celebración de un carnaval de antaño.

Desde los tiempos de la dominación española se celebraban carnavales en Panamá, los cuales fueron evolucionando con los años, hasta la era colombiana y luego a una forma más moderna que adquirió una fisonomía acorde con las exigencias que se presentaron desde los inicios de la etapa republicana.

La población que habitaba los arrabales de la ciudad de Panamá, que formaban los sectores de Santa Ana, La Ciénaga, El Granillo y otros caseríos de menor importancia diseminados por las cercanías de las haciendas de los ciudadanos adinerados, los llamados "de adentro", era la que tenía el monopolio de la celebración de las fiestas de Momo.

La misma se celebraba con toda la parafernalia que es de imaginar, lo que causaba repulsa y desprecio a los llamados "blanquitos" que vivían después de la puerta de tierra, que era la barrera que establecía la diferencia entre blancos y negros; entre ricos y pobres o entre "cultos" e "ignorantes".

COMPARSAS
Uno de los acontecimientos más sobresalientes eran las pandillas de arrabaleros que representaban una especie de obra teatral por las calles, que reflejaba la inquietud imperante en la época, o sea la liberación de los esclavos.

Se les veía arrojar sus cadenas. También nos dicen que habían representaciones de enmascarados.

Unos representaban el mal y otros el bien y sostenían luchas simuladas, donde siempre, como es natural, triunfaba el bien.

También los arrabaleros se disfrazaban de corsarios y piratas y rememoraban la toma de Panamá La Vieja y su posterior quema.

Durante todo el siglo 19 la fiesta de Momo siguió desarrollándose en la misma forma. Hombres y mujeres se tiraban harina, había mojaderas, tal como se lleva a cabo en nuestros días, con la diferencia que con frecuencia el agua se teñía de añil.

TRADICIONES
Por esos tiempos se tenía la costumbre de tirarle a las damas huevos de pascua, que al romperse despedían olores aromáticos y las féminas en vez de enojarse correspondían en la misma forma y así se iniciaba el relajo de la lanzadera de huevos, ocasión que permitía a los caballeros relacionarse con las bellas panameñas y citarse para el baile de esa noche.

De estos encuentros resultaban matrimonios duraderos con muchos hijos, uniones indisolubles que sólo la muerte podía separar, tal como lo manda la Iglesia. Muy diferente a lo que hoy ocurre.

Secuestros

Con el advenimiento de la República ciertas costumbres carnavalescas pervivieron, tal es como las del "secuestro".

Esta consistía en lo siguiente; los grupos arrabaleros "secuestraban" a los hombres cuya riqueza era conocida. Les cobraban "altas" sumas de dinero por el "rescate" , como nos relató en una ocasión el gran periodista y humorista, don Santiago Mackay. Pero todo no pasaba más de una broma.

El "rescate" se establecía por ejemplo en una suma simbólica, como de "un millón", y finalmente, luego de mucho discutir, el acaudalado señor contribuía al jolgorio de los pobres con la moneda de un peso y quedaba libre de seguir su camino. Estos "secuestros" pueden considerarse como los antecesores de los "resbalosos" actuales.

Antepasados de apellidos muy conocidos en la actualidad resultaron "secuestrados" por el pueblo que sólo contaba con cuatro días para olvidar la amargura, la pobreza y su futuro miserable, que aunque se diga lo contrario, no cambió mucho con la separación de Colombia y los trabajos del Canal.

En realidad formaron una especie de coalición con éstos y desde 1910, las cosas iban a cambiar.

Los carnavales se oficializarían y ricos y pobres, negros y blancos se divertían de manera conjunta con el entusiasmo que era de esperarse.

PRIMERA REINA
En ese mismo año se proclamó a la primera reina oficial de los carnavales, honor que recayó en la muy distinguida y bellísima Manuelita Vallarino.

Esta designación fue recibida en el pueblo, tanto de adentro como de afuera, con singular entusiasmo y la primera reina oficial presidió los carnavales que quizás han sido los de mayor esplendor y vistosidad.

Durante los próximos años los carnavales panameños revistieron un éxito tan noble que muchos llegaron a compararlos con los de otras latitudes con mayor experiencia en este tipo de fiestas de la farsa y la alegría.

Últimamente los carnavales capitalinos han decaído considerablemente.

Han nombrado figuras notables para que vigoricen las fiestas de Quasimodo, y todo ha sido en vano.

Estos fracasos hay que observarlos desde una óptica menos simplista.

CARNAVAL DEL INTERIOR
Los capitalinos de ahora prefieren trasladarse a Las Tablas, Chitré, Penonomé, Los Santos, Dolega y otros puntos del interior, donde siempre ha habido buenos carnavales, despreciando los capitalinos y han provocado la decaída de estas fiestas, reduciéndolas a lo que dice un conocido cantante: "unas murgas que dan pena".

Ojalá que en un futuro no muy lejano, alguien con suficiente capacidad organizativa y entusiasmo, logre rescatar los carnavales capitalinos y haga reverdecer los laureles que otrora ostentó.



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¡Ufff...Qué sueño!

 


 

  

 

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