Rodrigo Castillo ha experimentado en carne propia los sinsabores de un naufragio. Varado en el mar hasta por tres días, no ha podido más que agradecer a Dios por estar vivo.
Es actualmente el motorista de la Autoridad Nacional del Ambiente (ANAM) con más años en el Parque Nacional Coiba. Conoce perfectamente el significado de la palabra calamidad, porque la experimenta en cada salida al mar.
"Es un trabajo difícil", explica, en ese tono campechano que lo ha llevado a ser reconocido por sus compañeros y jefes por más de 12 años.
Con su descripción apenas es posible imaginar a lo que se refiere. Cuando Rodrigo sale en los patrullajes con tripulación de la Fundación MarViva, Crítica en Línea, todo puede pasar, de hecho, así ha sido.
Trabajan hasta por 72 horas sin más distracción que las olas de Coiba y el movimiento de los barcos.
Fue en 1993 cuando Rodrigo llegó a Coiba. En ese tiempo la Estación Biológica de ANAM era sólo un conjunto de ruinas, pues durante la invasión el sitio había sido desvalijado.
Rodrigo es un hombre de pocas palabras y cooperador y dispuesto al trabajo. Tiene presente a su familia, en medio de la distancia que lo separa de ellos, sólo le queda pensar que están bien.
"¿En qué consiste su trabajo?", preguntamos, a lo que él responde sin titubear, "hago de todo". Además de patrullar, camina los senderos, transporta personal a la isla y es el responsable de las actividades que vayan más allá de una agenda.