El juego es clave para aprender a compartir con otros niños. Es la forma divertida de comunicarse en sociedad. Y porque a través del juego se establece una manera informal de educación.
Jugar también es bueno para la salud. Sin embargo, hay juegos que son negativos. Más cuando generan adicción. Por ejemplo, los que causan que niños, adolescentes y hasta adultos se conviertan en los esclavos de un videojuego o una maquinita de juegos. Se olvidan del mundo por completo.
Una persona encadenada a un videojuego no disfruta del sol o de pasear, sólo piensa en el falso universo que mira en la pantalla. Escuche la forma en que hablan algunos niños. En su lenguaje únicamente existen estos personajes: Mario BROS - el más inocente- saltó a la tierra de los lagartos; el luchador tal mató a seis, hay que acabar al enemigo, etc.
Hace poco en la frontera tica, un joven de 13 años llamado Eugenio (escuchó cuando decía a mis hijos que ya no iban a jugar más maquinitas) me contó que, a la edad de diez años casi pierde la escuela porque se envició tanto con las maquinitas que en vez de irse a sus clases, salía de la casa uniformado directo a jugar con estos aparatos. Se gastaba hasta el último centavo.
Sus padres confiando en que el jovencito por ser buen alumno iba a su escuela no sabían del asunto. Hasta que el papá de Eugenio fue un día a preguntar cómo le iba y para sorpresa suya, el maestro le preguntó si había sacado al chico de la escuela.
Al parecer el muchacho debía una buena cantidad de notas y peligraba que repitiera el grado... Bueno, el disgusto del padre fue grande. No le dio una rejera (me dijo Eugenio). Pero lo castigó quitándole los videojuegos, el dinero, el televisor y las salidas a jugar con los amigos por buen tiempo. Gracias a esto pudo salvar el año escolar que estaba próximo a terminar.
Si bien, este jovencito hizo caso de no seguir jugando maquinitas para no fracasar en su escuela, hay otros como un primo de Eugenio al que no le valió ni regaños, ni castigos y hasta su cuera. Perdió el año escolar. Muchas personas no miden ni piensan en las consecuencias que el videojuego puede ocasionar al convertirse en un vicio. Los padres deben establecer horarios a sus hijos con estos juegos de video, para evitar así dolores de cabezas.
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