En Panamá hay unos cuantos partidos políticos que tradicionalmente han estado en el poder. Ellos dicen que son diferentes, pero en la práctica hacen lo mismo.
Si usted se fija bien, implementan las mismas medidas económicas, favorecen a los mismos sectores poderosos y hacen negocios juntos.
Lo triste es que los ciudadanos y las ciudadanas al elegirlos, caemos en su juego y al final de cuentas, salimos perdiendo.
Muchas personas comprometen su voto a cambio de empleo, ayudas económicas u otros favores personales.
Sin embargo, son pequeños grupos, la rosca en los partidos, los que se quedan con el pastel y a los demás sólo les reparten las migajas.
Otras personas se aferran al partido político en el que han nacido y crecido. Lo defienden contra viento y marea.
No se fijan qué tipo de personas son los candidatos, ni cuáles alternativas de desarrollo ofrecen a las comunidades. Son los incondicionales del partido.
Ojo, el voto por colores no es un voto consciente.
En la política no se trata de defender banderas ni de buscar ventajas personales.
En la política está en juego el bien común. Candidatos íntegros y capaces:
Al momento de elegir es necesario analizar también la calidad de las personas.
Un buen candidato debe ser íntegro y capaz. La integridad implica la dedicación leal y desinteresada por el bien común, la honestidad y la transparencia, la sensibilidad social y el sentido de justicia.
El candidato tiene que tener la capacidad para analizar los problemas que afectan al país y para elaborar propuestas constructivas; capacidad también para escuchar, dialogar y conciliar, y para tomar decisiones adecuadas en momentos difíciles.
El mejor criterio para asegurarse de las cualidades políticas y humanas de un candidato es conocer su trayectoria de vida y de lucha por el bien de la comunidad y del país.