La polémica surgida en torno a la ruta del carnaval capitalino, era innecesaria. Lo primero que debió hacerse fue coordinar el área que sería utilizada para las mojaderas y el desfile.
Una simple conversación entre los integrantes de la Junta del Carnaval y la Alcaldía de Panamá, pudo evitar el tira y jala que se originó, tras fijarse unilateralmente la ruta del carnaval a través de la avenida Balboa y que ahora fue cambiada a su tradicional recorrido por la vía España.
Aunque al común del panameño le importa un bledo cuál sea la ruta. Lo cierto es que al fijar una ruta se debe buscar el área que menos afecte a la ciudadanía y que se dispongan facilidades para que los residentes y comerciantes cercanos al sector del festejo, puedan llegar a sus casas y negocios.
También es importante que la Junta del Carnaval disponga de suficientes sanitarios para evitar el berrinche que provocan los irresponsables que durante los cuatro días de festejos orinan en las esquinas y en los predios de los edificios.
Al final, cada panameño califica el carnaval conforme se divierte. Lo que corresponde a los organizadores es presentar buenas orquestas, desfiles atractivos que inicien a la hora establecida, buena vigilancia para evitar que los ladrones hagan fiesta y prevenir los actos de violencia, que se desencadenan cuando la gente abusa del licor.
Así las cosas, más que la ruta de un carnaval, lo que cuenta son las facilidades, atracciones y la seguridad, para que el carnaval capitalino recupere el brillo que lo distinguió en antaño.
Al final de la farsa, la Junta del Carnaval debe presentar un informe financiero completo y detallado, porque se trata de dinero del Erario Público, que debe ser manejado con la debida transparencia.