¿Sabía usted que la causa de esa irritación externa, generalmente, es un gran malestar interno?
Para combatir la ansiedad y la angustia le sugiero lo siguiente:
1. Propóngase cambiar esa existencia nerviosa, violenta, deprimente y para eso recurra la poder absoluto de Dios nuestro Señor, a su inteligencia y voluntad. Analice las causas del porqué usted vive con ese malestar, con esos resentimientos y rencores, obsesiones e idolatrías y todo aquello que pueda provocarle angustias a su corazón.
2. Evite las emociones violentas y la influencia penetrante de ciertas novelas y películas.
3. Tenga períodos de pacificación, encuentre su oasis de paz.
4. Encuentre razones profundas por las que vivir y deseche esas metas que no son auténticas y que le hacen correr obsesivamente, sin saber por qué llegar y adonde llegar.
5. Sepa que el Señor guarda en completa paz a aquel cuyo tradicionalmente conocida de noviazgo, matrimonio, paternidad, no.
Por otra parte, recuerde lo que dice Jesús: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Esto significa que usted nunca podrá amar a nadie si no se ama a sí mismo primero. Y esto no es egoísmo, es un derecho que usted tiene. Este amor auténtico que implica aprecio y estimarse a uno mismo, se transforma después en amor profundo a los demás.
Hoy le decimos: ¡Despierte! Usted tiene un corazón muy grande para que solamente ame a los suyos.
El amor enriquece al hombre como ninguna otra cosa en este mundo. Y el mayor enemigo del amor es el egoísmo. Ambos son hijos de un mismo padre, y ese padre es el corazón. Lo que pasa es que el amor es el hijo fiel, y el egoísmo es el hijo infiel. Hay que amar y hay que evitar el egoísmo, porque del egoísmo nace solamente el afán de poseer y no deja nacer en pensamiento en Dios. Él preserva a aquel que en Él ha confiado. Destierre de usted toda amargura. Cuando venga un mal o un recuerdo del pasado que le va a producir amargura, diga a ese recuerdo: "Vete de mí, en el nombre del Señor", reprense a su propia mente para que no cultive ese recuerdo. Recuerde que con Dios somos ¡INVENCIBLES!