El retiro del británico Lennox Lewis no tomó a muchos por sorpresa, pues el campeón de los pesos pesados perdió hace largo tiempo el entusiasmo por seguir sobre el cuadrilátero. Tras una carrera de 15 como profesional, 10 de los cuales estuvo de monarca en la división pesada, Lewis anunció el jueves su retiro de la actividad que le hizo rico y famoso.
Criticado por algunos, que le achacaban ser un boxeador apático y poco vistoso, aclamado por otros que gustaban de su boxeo flemático, contundente y preciso, Lennox Claudius Lewis ingresará de todos modos en la historia como uno de los grandes púgiles de todos los tiempos.
Lewis abandona el boxeo a los 38 años de edad y un récord de 41 triunfos -32 de ellos por nocáut-, dos derrotas y un empate.
Su historia deportiva comienza en su natal Jamaica, donde hizo pininos en el fútbol, hasta ser atrapado por el boxeo.
En la década de los 80 su familia se muda a Canadá y allí inicia una fulgurante carrera amateur, que lo llevaría a la final de los pesos pesados de los Juegos Panamericanos de Indianápolis (EEUU), en 1987, donde perdió un cerrado pleito contra el entonces campeón mundial de aficionados, el cubano José Luis González, quien tiempo después desertó en Miami.
Un año más tarde Lewis ya se encuentra en los Juegos Olímpicos de Seúl-1988, en los que ganó la medalla de oro, tras vencer al estadounidense Riddick Bowe.
Pasaron cuatro años y, ya radicado en Inglaterra, tejió una cadena de 21 triunfos profesionales, que lo puso en liza para disputar la faja máxima al entonces campeón, el mismo Bowe de Seúl.
El americano -dicen algunos que en un rapto de locura, otros de cobardía-, prefirió tirar a un bote de basura su cinturón de campeón del Consejo Mundial de Boxeo (CMB), con tal de no tener que enfrentar al mastodonte del Reino Unido.
En diciembre de 1992 el CMB entregó a Lewis el título mundial desechado por Bowe. Apenas cinco meses después, el británico demostró que la corona no le había sido dada de regalo y la defendió con éxito tras superar a otro norteamericano, el bocón de Tony Tucker.
Corría la década de los 90 y todos esperaban un enfrentamiento contra el temible Mike Tyson, quien reinaba en la Asociación Mundial (AMB) y la Federación Internacional de Boxeo (FIB). Empero, el pleito nunca se produjo porque Lewis jamás se dejó engatusar por los cantos de sirena del promotor Don King. Tuvieron que pasar 10 años para que ese combate se diera.
Un inesperado revés en Londres, por nocáut técnico en el segundo asalto ante el estadounidense Oliver McCall, le hizo perder la faja y estuvo a punto de poner fin a su carrera.
Deprimido y desmotivado -más por los comentarios que le achacaban una gran debilidad a su mentón-, Lewis necesitó un tiempo para enrumbar de nuevo su carrera y tras dos triunfos previos, logró conseguir la revancha contra McCall.
En febrero de 1997 se tomó el desquite, aunque el triunfo se vió algo empañado por un McCall que corrió hacia una esquina y se puso a llorar a moco tendido, para perder por decisión arbitral.
Lewis recomenzó desde entonces una carrera triunfal y realizó 10 defensas exitosas, cosechando además las fajas de la AMB y la FIB.
La cadena se vio cortada en abril del 2001, cuando sorpresivamente cayó noqueado por el estadounidense Hasim Rahman.