“Yo sólo quiero tener un millón de amigos”, dice una canción que interpretaba el brasileño Roberto Carlos. Encerraba un mensaje precioso al punto que fue uno de los temas cantados a Juan Pablo II, en una pasada velada en su honor.
La realidad en torno a la amistad es otra. No podemos tener un millón de amigos, porque no todos estamos hecho de la misma madera. Hay quienes ni siquiera conocen el significado de la palabra.
La amistad no es compartir una mesa o reunirse en una esquina para hablar mal de los que no forman tu círculo. La amistad es conversar sobre temas constructivos, contarse las penas y ratos amenos; es alegrarse por los avances de alguien.
Hay quienes se lamentan que en su entorno no hay vibraciones positivas. Quizás sea cierto, pero estoy seguro que aún dentro del ambiente más adverso se puede encontrar una amistad sincera.
Un amigo cuenta como si fueran un millón. Si tienes tres, bueno entonces te ganaste la Lotería. Aprecia lo que tienes. Es probable que no vivas en un paraíso, pero probablemente sea mejor que irse a una zona gris, donde la gente no sabe sonreír, gritar ni escuchar música a todo volumen. ¡Quizás luego extrañes todas esas cosas y te caerá como anillo al dedo el dicho: nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde!.