Ahora, la ciudadanía espera un detalle completo de la forma cómo se utilizarán los 350 millones de balboas, que supuestamente deben ser destinados para aliviar la pobreza de los panameños más necesitados.
Ojalá que en verdad se destinen esos dineros para que esos panameños puedan superarse y así poco a poco puedan incorporarse a las actividades productivas del país.
Esos propósitos sólo se logran llevando buena educación, mejorando las condiciones sanitarias y de salubridad de esa población y facilitando la inversión. De lo contrario, estaríamos botando millones tal como ha ocurrido con gobiernos anteriores, que con bombos y platillos anunciaron el gasto de sumas exorbitantes en los sectores sociales, pero la pobreza siguió igual o peor.
Los proyectos que se desarrollen en favor de los pobres no deben ser consumidos en burocracia, porque ha ocurrido casos en que la planilla para desarrollar una determinada obra comunitaria, casi alcanza el costo del proyecto en sí.
El gobierno debe entender que esta época, donde la palabra clave es la transparencia, la ciudadanía y los medios estarán pendientes del uso adecuado de esos dineros extraordinarios que a causa de la reforma fiscal, saldrán de los bolsillos de los contribuyentes.