OPINION

CUARTILLAS
Cómplice

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Por Milcíades Ortiz Jr.
Catedrático

Era una niña "moderna", que tenía los novios (mari-novios, realmente), que le daba la gana. Vivía con su madre, pero no hacía nada en el hogar. La pobre mamá tenía que lavarle la ropa, hacerle la cama, la comida (que a veces ni la consumía). No era de extrañar que a pesar que la muchacha trabajaba, a fin de mes la madre tenía que darle dinero porque el sueldo "no le alcanzaba". Hablaba horrores de su madre esta hija bellaca. A sus amigas ponía a la madre como un monstruo y ella una inocente paloma.

Pero... cuando la chica se metía en un lío, entonces corría con llanto en los ojos hacia la madre. Casi siempre el asunto se arreglaba con pérdidas económicas o de tranquilidad, para la sufrida madre.

Otro caso era peor. La madre se le pasaba recorriendo los juzgados tratando de sacar de la cárcel a su hijito adorado. Llegaba humilde, llorosa, clamando justicia para su hijo, quien tenía la desgracia de ser negro y por eso lo perseguían".

Más de una vez logró impresionar a ingenuos funcionarios con sus argumentos. Pero la verdad al final se imponía. Su "angelito" era un bribón de marca mayor, con un historial policivo de tres páginas y media.

Yo mismo vi ese "récord policivo" del bellaco hijo. Por lo menos había estado en Coiba tres veces. Lo único que no había hecho todavía era matar a un ser humano. Sin embargo, para su madre eso era falso, mentira. Por eso es cierto que "no hay peor ciego que quien no quiere ver".

La madre de "Perlita" era lo máximo en alcahuetería. El niño de poco más de ocho años ya era ladrón consumado. Tenía una especie de "master" en meterse por las ventanas de negocios de la Calle J y cercanos al Instituto Nacional.

Y aunque ustedes no lo crean, la misma madre de "Perlita" era la encargada de vender el material robado. Orgullosa ante las vecinas del barrio, elogiaba al "trabajador" muchacho.

Cuando lo mataron, entonces los gritos contra la Policía no se hicieron esperar. Lo que nunca entendió esta cómplice, fue el grave daño que le hizo al chiquillo cuando le tapaba y alcahueteaba sus fechorías.

Pedro también tuvo "la dicha" de tener una madre de este tipo. Nunca ella aceptó que su hijo era un "bueno para nada" (buen prospecto para meterse a politiquero panameño, dicho sea de paso).

Según su madre, era la sociedad la culpable de lo vago en que se había convertido su hijito del alma. Cuando se robaba, para comprar la droga maldita, lo que ella conseguía limpiando pisos y planchando, se hacía "de la vista gorda" y callaba.

Ni cuando se llevaron a su hijo a la fuerza para rehabilitarlo del "crak" (lo encontraron comiendo basura en el Casco Viejo), aceptó esta madrecita del alma que era drogadicto.

Hijos(as) mantenidos por sus padres hasta viejos, son cosas corrientes aquí y en otras partes. �No creo que padre o madre deban ser cómplices de hijos bandidos y sinverg�enzas!.

 

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