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Es inadecuado mantener en las oficinas de trabajo un ambiente hostil. Las consecuencias de tamaña osadía son el desmedro de la producción de cada cual, porque la gran mayoría se entretiene más en ese silencio, y en ver qué hace el de al lado, que en su propio trabajo. Le corresponde a los jefes velar por el buen ambiente de labores. Sin embargo, cada funcionario, desde el encumbrado hasta el más humilde, debe velar por ser partícipe de las buenas relaciones.
No se quiere decir con esto que se deben ignorar las malas situaciones, y quedarse callado ante las metidas de pata de los demás. Lo que se pretende es dar las pautas para que dentro de un marco de respeto a las mutuas dignidades, se llame la atención, sin destruir la relación de producción. Da grima ver muchas oficinas, públicas y privadas, donde el de la izquierda no se lleva con el de la derecha, y más aún, hacen hasta lo imposible por destruirse y hacerse daño.
En ese contexto la productividad se va mermando, y se destruyen las posibilidades de echar para adelante. Así que todos alerta y en disposición de hacer las pases con quienes podrían haber pésimas relaciones; no solo porque es una cuestión de moral, sino por el bienestar económico de todos. |
