A principios de la década de los 70, la corrupción policiaca en la ciudad de Nueva York no tenía freno. La Guerra de Vietnam cobraba un precio, los soldados regresaban al país en bolsas o adictos a la heroína. Con la asistencia de los oficiales de la ley, la mafia funcionaba con impunidad sin competencia, vendiendo miles de kilos de heroína. Una clase de hombres blancos, privilegiados e intocables pagaban millones de dólares a los jueces, abogados y policías de Nueva York para guardar silencio. La Cosa Nostra y sus secuaces eran invencibles. Hasta que un asistente de unos de los jefes de la mafia de Harlem, llamado Frank Lucas (Denzel Washington), se apoderó del juego.