Yo que vendí por catorce años en la Zona del Canal, habiendo aprendido solamente: Good morning teacher, how are you?... me di cuenta que en ese mercado los productos que no fuesen norteamericanos y que no cumpliesen con la ANSI (American safety code), no eran comprados aún si, el precio hubiese sido 20 por ciento menos. Todo, o casi todo, era gringo y bueno. Una de las grandes excepciones lo fueron las mulitas eléctricas que halan a los barcos cuando llegan a las esclusas, todas son japonesas y de la marca Mitsubishi y también han dado la talla.
Ahora con el precio por la ampliación del Canal, me parece que el origen del producto no es requisito para que un contrato o producto sea aceptado por la rosca administrativa del canal panameño. Solo por eso pueda que se explique la diferencia de mil millones de dólares de la compañía gringa, que mal contados dan como resultados 20% más por ampliar el Canal, prerrogativa dantesca que el rey Salomón y yo se la hubiésemos dado a los gringos con los ojos cerrados, siempre y cuando el consorcio estuviese avalado por el gobierno de las caras pálidas.
No es que tenga mentalidad de arrastrado ante los barbudos, pero me encanta pisar en la tierra. Los negociadores panameños debieron advertir que en determinada circunstancia global se podría patinar y feo, con un trabajo calculado en 6,000 millones.
De 1903 al 2010, no he sabido así como tampoco el cónsul panameño en Miami, de otro ser humano con las agallas de Buneau Varilla que con maletín en mano salvó el gigantesco fracaso francés con el canal a nivel. Dios quiera que no se fracase en la ampliación. Lo positivo del anunciado desastre, según WikeLeaks, presagiado por el presidente y vicepresidente de la República, es que la rosca de la administración de nuestro Canal publique una gráfica mensual de los avances de la obra.