Las inundaciones que se han registrado en Bocas del Toro y las Tierras Altas de Chiriquí, ponen de manifiesto que las condiciones climáticas han variado tremendamente.
Nunca antes en Panamá se habían registrado inundaciones de tal magnitud en plena estación seca. Hoy casi 6,000 personas han visto afectados sus hogares y otros miles permanecen incomunicados.
Frente a estos embates de la naturaleza vale la pena preguntarnos cuánta culpa tiene la humanidad.
Por años hemos destruidos los bosques, contaminamos el ambiente, destruimos la capa de ozono y realizamos un sinnúmero de actividades dañando la naturaleza, que hoy nos reclama con furia ese deterioro progresivo.
Lo sucedido revela además la necesidad de perfeccionar las labores de las instituciones encargadas de socorrer a las víctimas en casos de desastres naturales.
Hay que recordar que ya en Panamá no están los helicópteros del Comando Sur, que podían dispensar ese tipo de ayuda emergente. Ahora esa es nuestra responsabilidad y por ende debemos prepararnos y equiparnos. La oportunidad también es propicia para apelar al sentimiento de solidaridad de los panameños para ayudar a los compatriotas de bocatoreños y chiricanos, que hoy han perdido casi todos sus enseres.