Yo no como hierbas... ¡no soy caballo!, me dijo el campesino con sinceridad. Pensé que allí existía una situación poco fácil de cambiar. Se trataba de los hábitos alimenticios del hombre del campo. Los expertos descubrieron que el campesino comía mal. Llenaba el plato de arroz, yuca, otoe y algo de carne.
Por ningún lado aparecían las verduras y vegetales.
Algunos funcionarios de buena fe decidieron cambiar la manera de comer a nuestros campesinos. Y en muchos casos fracasaron.
Esto no sucedió porque no pudieran sembrar los vegetales. Pronto aparecieron hermosos huertos en los poblados campesinos perdidos en las montañas.
Funcionarios de Salud y agropecuarios organizaron a la comunidad, les dieron semillas, los asesoraron en las hortalizas, etc.
Pero no contaban con la tradición alimenticia ni ideas falsas de que "la hierba" era sólo para los conejos.
Así que al principio fue casi imposible que en esos humildes hogares aparecieran las nutritivas ensaladas.
Entonces por carambola surgió otra situación: ¿qué hacer con los tomates, lechugas, repollos, habichuelas, pepinos, etc.?
Esta realidad no había sido prevista. Y las cosechas se perdieron casi todas, porque no existía la organización para mercadear tales productos.
En un caso, no había dinero para comprar las cajas de madera necesarias para transportar bien los tomates.
Muchos elementos entran en el círculo de la pobreza que azota a los pueblos interioranos. Aunque lo que menciono ocurrió hace años, no me extrañaría que pudiera darse ahora si no se planifican bien las acciones.
Primero hay que educar a las personas, convencerlas del cambio en su manera de comer, antes que ponerlos a producir algo que no comen.
Y hay que pensar en lo que sobra. Desanima ver cómo se pierde parte de una cosecha, porque no la han podido llevar a los mercados para su venta.
Además, no piensen solamente en aumentar los ingresos de los pobres campesinos. ¡Hay que ver cómo utilizan esos dineros! En Chile estudié casos de gente que al aumentar sus ingresos, lo gastaron en vicios, lujos y otras cosas que no mejoraron su nivel de vida.
Pero hay que continuar luchando por acabar con la pobreza campesina.