La Procuraduría de la Nación y la Contraloría General tienen desde ayer dos nuevos jefes de esos despachos. Ambos funcionarios tienen la oportunidad de devolverle la confianza a una ciudadanía que ha perdido la confianza en ambas instituciones.
Por años, los panameños escucharon denuncias sobre corrupción en la cosa pública y poco o nada fue lo que se hizo para llevar a los responsables al banquillo de la justicia. En fin, lo que imperó no fue la justicia, sino la impunidad.
Ese fue el panorama durante los cinco años del gobierno anterior y sólo después de que éste fue reemplazado, es que los encargados del Ministerio Público y de la Contraloría iniciaron presurosas investigaciones contra los sospechosos de corrupción.
Fue una posición muy cómoca para los encargados de esos despachos. La investigación tardía sólo buscaba salvar la cara frente al nuevo gobierno, esperando que se olvidara la actitud pasiva que los caracterizó en los cinco años anteriores.
En ese espejo se deben mirar los que ayer asumieron el cargo de Procuradora de la Nación y de Contralor. El pueblo no es tonto y siempre detecta si desarrollarán adecuadamente sus cargos o sólo serán funcionarios complacientes que no tendrán la intención de investigar los pecados del gobierno de turno.
La independencia será fundamental para el buen desempeño de un cargo, donde no hay espacio para el amiguismo.