Con frecuencia solemos decir con una frialdad rayana con el desprecio refiriéndonos al comportamiento asumido por tal o cual individuo, que la situación plasmada en el instante les entra por un oído y les sale por el otro. Estos son los caracteres indiferentes que no se inmutan por lo mismo, menos aún, por los sucesos que hacen del mundo un ambiente diferente con sus contribuciones positivas en todos los géneros del saber humano.
Son los conformistas que tildan de inoportunos a todo intrépido que con sus interesantes e incesantes aportes, contribuyen con sus agendas a los cambios radicales en todos los órdenes que hacen del ambiente actual, el nido de las cordialidades placenteras. Lógicamente a cantidades descomedidas de personas a lo largo y ancho del mundo les importa un bledo pensar con discreción e indiferentemente no es la obra más edificante para ellos, dedicarle un segundo en la vida al confesado razonamiento que en alguna manera puede ser el grano de arena que le hace falta al grandioso edificio del pensamiento en el universo innovador.
Nosotros podemos comprobar con absoluta certeza que un conjunto indefinido de seres humanos, prefieren inclinarse por la cómoda actitud a que otros piensen en sus reemplazos porque así ellos se evitan las constantes caídas en el error que bien pueden franquear, dejándoles las atribuciones en manos de segundos y terceros. Con asiduidad dicen, me gusta que lo ejecute fulano porque él sabe más que yo. Es el acumulador de energías por excelencia, el fatídico déjame estar liviano en su comportamiento. Que piense el escritor, el médico, comerciante, ellos nacieron para eso y no me importa yo soy así. Esta posición se ha encargado de descalabrar el mundo. Les encomiendan esta incómoda e inusitada tarea a un grupo de extraños escogidos que con sus hazañas preñadas de lucubraciones mueven la tierra por sus cimientos. La actividad de pensar para algunos se convierte en el mito aterrador con el que jamás desearían encontrarse.
