"Tienes que reforzar los cimientos, o se te va a caer la casa", le aconsejaron los amigos. "No se puede agregar un segundo piso a la casa si no se refuerza el cimiento", le advirtió un experto. "Hay que ponerle otros cimientos, porque los que tiene no van a aguantar", le dijeron los técnicos de la ciudad.
Pero Clancy Fegan, de Gales, Inglaterra, siguió adelante con su proyecto de agregarle un piso más a su casa. Puso en el nuevo piso, sala, dormitorio y baño. Cuando él y su esposa y su hija de dos años fueron a comprar los últimos artículos de uso doméstico, un formidable estruendo les dio aviso del terrible suceso. Se había derrumbado la casa.
A Clancy Fegan todos le aconsejaron bien. Su casita de un piso tenía el cimiento apropiado. Pero agregarle un piso más era peligroso. En efecto, el fundamento no resistió.
�Sobre qué cimientos estamos edificando? �Qué base le hemos puesto a esa construcción que es nuestra vida?
Muchos afirman: "Yo edifico mi vida sobre mi fuerza de voluntad, mis talentos, mi capacidad intelectual." Otros sostienen: "Yo estoy edificando mi vida, y la de mi familia, sobre mi propia base moral." Otros aseguran: "Yo edifico mi vida conforme a mi religión."
Todas son bases buenas, pero no son suficientes para sostener indefinidamente los grandes pesos de la vida. La moral puede desvanecerse, la fuerza de voluntad quebrarse, y la religión resultar hueca y falible cuando uno más la necesita.
Digámoslo de una vez: No hay otro cimiento seguro sobre el cual construir el gran edificio de la vida que Jesucristo y su Palabra eterna. Cristo es un cimiento que durante dos mil años ha probado ser lo bastante fuerte, firme y estable para construir sobre �l cualquier vida. Dios mismo dice: "�Yo pongo en Sión una piedra probada!, piedra angular y preciosa para un cimiento firme; el que confíe no andará desorientado" (Isaías 28:16; 1 Pedro 2:6). Esa piedra es Cristo.