El pasatiempo favorito de los panameños es sin duda alguna el béisbol, cada año en la estación seca miles de aficionados y fanáticos acuden a los estadios para apoyar a sus equipos. Aplausos, murgas, clarines, tambores, gritos, sirenas, etc. son las herramientas que usan las personas para darle esa voz de aliento o de desaprobación a los jugadores en el campo de pelota.
Con gran entusiasmo y lleno de interés político partidista un grupo de aspirantes a cargos de elección popular patrocinan agrupaciones musicales, buses, camisetas, gorras, entradas a los estadios.
Todo es parte de lo criollo de nuestro béisbol, que aunque es un desastre en la parte técnica, es un espectáculo que atrae a multitudes y genera una gran expectativa nacional. Este año el equipo de Los Santos que sea ha reforzado mejor, no ha producido mejores jugadores en su patio, pero tiene un equipo que dentro del promedio es competitivo. Sus aficionados y sus fanáticos tienen muchas esperanzas de que puedan llagar a estar en una posición cimera en la competencia.
Estas son las mismas esperanzas de los metropolitanos, chiricanos y verag�enses, sin embargo, una serie de actos de los jugadores santeños, aupados por algunos directivos de esa liga y propiciados por el líder de la cosa nostra que dirige la Federación de Béisbol, han hecho que los fanáticos santeños se conviertan en los Hooligan del béisbol panameño.
Su entusiasmo por apoyar a su equipo es laudable, sin embargo su comportamiento en las gradas, su constante lloriqueo por cualquier jugada de apreciación y su alto consumo de licor, hace que algunas de estas personas se olviden de que esto es un simple juego, de que no pueden estar agrediendo a la gente porque pierdan o ganen, que los jugadores no son culpables de que sus egos son altos o bajos.