HOJA SUELTA
"Tacita" López

Eduardo Soto

María Eustacia no sabe cuántos años tiene, y no le importa. Ella dice que "lo importante es vivir". Es una viejecita de ojos pardos que miran bien, hasta el alma, y cabellos blancos con algunos destellos de lo que fue una tupida melena azabache. Debajo de las muchas arrugas que surcan el dorado rostro de esta doña, se adivina el semblante rudo de la mujer de campo, que en muchos momentos de su juventud arrancó de los más variados corazones suspiros de desesperanza por no tenerla. Por Eustacia le dicen "Tacita", y lleva el apellido López, del que hay mucho más de mil únicamente en la ciudad de Panamá, según el directorio telefónico.

"Tacita" tuvo prácticamente que escapar del pueblo donde nació, Paritilla. "Ahí, de donde es Osvaldo", dice. Los hombres se batían a duelo por ella, y las mujeres de esos hombres (¡porque eran casados los condenados!) amenazaban con entrarle a puños a María Eustacia, "por puro celos". "Yo no tenía la culpa de ser linda () si estaban enamorados era problema de ellos", agrega. La parlachina viejecita asegura que ella prefería evitar los problemas, pero le fastidiaba escuchar las amenazas: no bien habían terminado las mujeres del pueblo de proferir sus violentas advertencias contra "Tacita", cuando la tenían de frente lanzando trompadas. "¡Y soy zurda, mire!", me dijo sonriendo con su boca huerfana de dientes.

Por eso salió del pueblo, aprovechando la muerte de su padre y la escapada de la familia en pleno. Jamás volvió. El destino la puso en Colón con tan solo 18 años, y ahí conoció al mozo ocueño que todavía la tiene enamorada, y le hizo nueve hijos. Entre trago y trago de cerveza ella dice que "hombre como ese ninguno", y se lamenta que se haya muerto hace más de 20 años.

Después vinieron otros hombres con quienes intentó rehacer su vida, pero falló. "Eran unos flojos y no le daban a uno ni para la comida", sentencia la doñita, quien habla al mismo tiempo que suelta una y otra carcaja, y no deja de masticar el chicle imaginario que la avanzada edad nos pone a todos en la boca.

Así la dejé, hablando hasta por los codos, y contándome en la despedida que a veces pierde la noción del tiempo y aparece perdida en los hospitales, de donde la dejan salir cuando recobra la memoria.

Lo único que no olvida, dice, es al "ocueño ese que me hizo nueve hijos".

 

 

 

 

 

 



 

AYER GRAFICO
¡Aquellos años cuando los estudiantes hacían excursiones al zoológico del hipódromo!


CREO SER UN BUEN CIUDADANO
Sin embargo, no le doy buen ejemplo para los niños


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