En los primeros años de mi infancia solo escuchaba de aquel lanzador imbatible, que era sinónimo de victoria para la provincias de Los Santos.
Un viernes, a mediados de los años noventa, mi abuelo emcendió el televisor. En mis pocos recuerdos solo me quedó plasmada la imagen de aquel lanzador espigado que tiraba fuego y era indescifrable.
Al observar su elegancia en el montículo me llamó la atención y no dudé en preguntarle �quién era ese pelotero?
Sin dudarlo, mi abuelo, a pesar de que no era un gran conocedor del béisbol, me contestó: "Ese que tú vez ahí es el gran 'Flaco Bala', el mejor lanzador de Los Santos y miembro de la selección nacional".
En su momento no entendí la magnitud y profundidad de sus palabras.
De ahí en adelante, a medida que fui creciendo, pude seguirlo, ya en la parte final de su carrera, recordando aquellos momentos del mundial de Italia 98 y cuando, por cosas del destino, vistió las camisetas de Chiriquí y Herrera, a manera de refuerzo.
Esta es una de nuestras personalidades deportivas más grande; son de esos hombres que en el futuro se mantienen vivos entre su gente, ya que su legado nunca muere, por haber entregado sudor y sangre por su pueblo y su país, sin importarle a quién tenía al frente.
Ahora, 15 años más tarde de esa primera vez, me siento orgulloso de haberlo conocido, aunque en sus últimos días de vida.
A pesar de eso, me dejó una gran enseñanza, aprovechar y disfrutar al máximo con nuestros seres queridos, ya que el futuro no está prometido para nadie.