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"No puedo darte más"

Por: Hermano Pablo | Reverendo

Robert Stenuit se ajustó el traje de buzo, probó las herramientas y la linterna, se colocó la escafandra con el tubo de oxígeno, y luego se sumergió silenciosamente en las aguas del océano.

Hacía varios días que trabajaba en el casco hundido del "Gerona", un galeón español que hacía casi cuatro siglos había naufragado frente a las costas de Irlanda. Robert una vez más llegó hasta el casco, y prosiguió en el trabajo que lo tenía obsesionado: la búsqueda de monedas de oro y de objetos valiosos que siempre se encuentran en esos cascos hundidos.

Ese día halló, mezclada con arena y medio cubierta de algas y caracoles, una gruesa sortija de oro. La limpió con la mano y la examinó a la luz de la linterna. El anillo tenía esculpida una mano ofreciendo un corazón. Bajo la escultura tenía estas palabras grabadas: "No puedo darte más." El corazón de Robert se conmovió ante esa inscripción que encerraba toda una historia de amor.

Seguramente cuatro siglos atrás algún gallardo capitán español había partido para las costas de Inglaterra en busca de fama y fortuna, dejando allá en España, tras alguna reja morisca, a una mujer enamorada que lo esperaba. En el dedo el capitán llevaba la sortija de su amada con aquella confesión de amor. Un negro mar turbulento, movido violentamente por una terrible tempestad, había producido el naufragio, y aquellos sueños, que en vida eran sagrados, quedaron sepultados para siempre.

El corazón siempre ha sido el símbolo de los más grandes afectos y de los más profundos sentimientos de amor. Dibujar un corazón, escribir en él tan sólo la palabra "Tuyo" y enviárselo a la persona amada es más elocuente que mil palabras expresadas en persona.

Será por eso que la Biblia, manifestando el más grande anhelo de Dios y el más profundo sentimiento de amor, dice: "Dame, hijo mío, tu corazón" (Proverbios 23:26). �Qué es lo mejor que podemos ofrecerle a Dios? �Será nuestro dinero? �Nuestra belleza? �Nuestra inteligencia? �Nuestras virtudes? �Seguro que no! Dios no necesita nada de lo que nosotros poseemos. �Qué es entonces lo que Dios quiere?

Dios quiere nuestro corazón. Cristo dio su corazón, su alma, su cuerpo -toda su vida-, para salvarnos. �Qué podemos darle nosotros a cambio? Nuestro corazón. Sólo nuestro corazón.



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