CRITICA EN LINEA 

 

S E C C I O N E S

EPASA EN LINEA

EL PANAMA AMERICA

DIAaDIA EN LINEA

REVISTA SIETE!


primera plana

portada

al cierre

nacional

política

opinión

economía

el pueblo habla

comunidad

provincias

nuestra tierra

deportes

el mundo

viva

vida nueva

agenda

sociales

sucesos

 


FAMILIA
  OPINIÓN


El último vuelo del águila solitaria

Por: Hermano Pablo | Reverendo

En marzo de 1927 electrizó al mundo con su hazaña. Era el primer hombre que cruzaba el Atlántico en un vuelo solitario piloteando un pequeño avión. Partió de Nueva York, y en poco más de treinta y tres horas llegó a París. ¿Quién era este hombre? Era Charles Lindbergh, a quien por esa hazaña llamaron desde entonces "el Águila Solitaria".

En aquella época de los comienzos de la aviación, cuando aún no había ninguna línea comercial, ni cuatrimotores, ni aviones inmensos de propulsión a chorro, cuando no había aeropuertos internacionales, ni mucho menos radar para orientación y aterrizajes automáticos, Lindbergh, con sus muy rústicos instrumentos, planeó cuidadosamente su viaje. Todos creían que sería una misión suicida, y sin embargo fue una de las hazañas más grandes de la historia.

Cuando llegó al aeropuerto de Le Bourget y bajó de su avión, cansado y agotado, dijo simplemente: "Soy Charles Lindbergh", a lo cual le contestaron: "Y este es Le Bourget." El "Águila Solitaria" había cumplido su palabra y se hacía acreedora a cientos de condecoraciones y galardones que reyes y presidentes le otorgarían en todos los países.

Charles Lindbergh murió de cáncer el 26 de agosto de 1974, a los setenta y dos años de edad. Sabiendo que le quedaba poca vida, el "Águila Solitaria" planeó su último viaje con el mismo cuidado con que había planeado el primero. Dijo que deseaba que lo enterraran en forma sencilla debajo de un árbol de banano en Hawaii, donde vivía. Pidió que lo vistieran con un pantalón marrón de algodón, y una camisa caqui. Escogió el himno que deseaba que se cantara en su funeral y al clérigo que oficiaría en la ceremonia.

Después de hacer todos los arreglos, tranquilamente esperó el final, listo para emprender el último vuelo. Y si Charles Lindbergh dijo, al llegar a la eternidad, lo mismo que dijo al llegar a París: "Soy Charles Lindbergh", allá le habrán contestado como a todo el que ha aceptado a Jesucristo: "Y este es el cielo."

Aunque no seamos el "Águila Solitaria", cada uno de nosotros emprenderá algún día un vuelo muy solitario. Es el vuelo final hacia la presencia de Dios, y no hay nadie que pueda librarse de él. Debemos prepararnos para ese vuelo inevitable. ¿Cómo hemos de hacerlo? Entregándole nuestro corazón a Cristo. Si lo hacemos, seremos recibidos con alborozo en las moradas eternas.



OTROS TITULARES

Prelados de la Iglesia

Sin embargo, me vuelvo loco por las roscas

Proyectos pendientes para el 2005

La evasión

El último vuelo del águila solitaria

Buzon de los Lectores

Arnulfistas

 


 

  

 

linea
linea gris
 

   Copyright © 1995-2004, Crítica en Línea-EPASA 
Todos los Derechos Reservados