La iglesia era muy antigua que ahora estaba en decadencia. Pero el pastor y su joven esposa creían que con pintura podrían restaurarla a su gloria pasada.
Para colmo de males, una tormenta azotó aquella región, y la iglesia no escapó a su furia.
¡Faltan sólo dos días para la Nochebuena! -exclamó la esposa del pastor.
Esa tarde, la desanimada pareja asistió a una subasta en beneficio de un grupo de jóvenes donde lograron comprar un hermoso mantel de encaje de oro.
De vuelta a la iglesia, sujetó el mantel a la pared detrás del altar, logrando así tapar por completo el hueco antiestético.
Al mediodía de la Nochebuena, mientras abría la iglesia notó a una mujer pasando frío en el paradero de autobuses y dijo: el próximo autobús se demora otros cuarenta minutos, señora. ¿Por qué no entra a la iglesia un rato?
La mujer aceptó su atenta invitación y cuando el pastor se levantó para arreglar el mantel en la pared, la mujer clavó los ojos en el fino encaje de oro y de marfil. Luego se acercó y lo frotó con los dedos.
¡Es mío! -exclamó-. ¡Este es mi mantel para banquetes!
Y se lo comprobó al asombrado pastor mostrándole sus iniciales bordadas con monograma.
Mi esposo me lo mandó a hacer en Bruselas. ¡No hay otro igual!
Dicho esto, la emocionada mujer le contó al pastor que ella era vienesa, que junto con su esposo se había opuesto a los nazis de Alemania y se les había aconsejado que abandonaran el país por separado. Fue así como su esposo la embarcó en un tren que iba para Suiza. Tan pronto como pudiera, él se reuniría con ella... pero jamás volvieron a verse. Posteriormente le informaron que él había muerto en un campo de concentración. El pastor procuró consolarla e insistió en que se llevara el mantel, pero ella rechazó la oferta y se fue.
Esa noche, después de la reunión, el relojero del pueblo se le acercó y le dijo extrañado que ese mantel era idéntico a uno que él le había mandado a hacer a su esposa en Viena. Cuando el pastor le contó lo sucedido al mediodía, el hombre exclamó:
¡No lo puedo creer! ¡Mi esposa aún vive!
Con la ayuda de la familia rica que había entrevistado a la mujer, lograron ponerse en contacto con ella y salieron de inmediato a su encuentro. Esa noche realmente fue buena, pues fue testigo de un reencuentro extraordinario, tal como lo fue la primera Nochebuena, que presenció el trascendental reencuentro entre Dios y la humanidad perdida.