Desde tempranito se despertaban los niños en la calle Primera Parque Lefevre, el día de Navidad. Ansiosos abrían los paquetes y sacaban sus regalos traídos por el Niño Dios. Algunos de ellos sin desayunar salían a la calle para mostrar los juguetes a sus vecinos.
Cualquier mal entendido que hubiera antes, desaparecía con las risotadas y alegría de esa mañana de Navidad.
Han pasado más de cincuenta y cinco años y todavía siento nostalgia por ese día.
Mi hermano Orlando y yo nos uníamos al grupo de chiquillos, corriendo de un lado para otro con sus nuevos juguetes.
Algunos visitaban a los vecinos para mostrárselos.
No sería de extrañar encontrar a un niño lloroso, porque el Niño Dios no le trajo la bicicleta que pidió.
Tenían sus padres que darles mil excusas. Entre ellas, que a lo mejor se equivocó de casa, o no entendió la letra de la carta.
En aquella época los juguetes no eran tan complicados como ahora. Y se dividían "por género" como se dice actualmente.
Las niñitas recibían juegos de té y muñecas que "se orinaban". Los varoncitos pedíamos revólveres de papelillo, bicicletas, escúteres, juego de béisbol, patines, etc.
Ocurría un fenómeno en esos momentos. Los juguetes se prestaban entre los niños. Al anochecer, no era extraño ver a una madre ir de casa en casa recogiendo juguetes de sus hijos.
Tampoco era extraño que ese año algún niño se quedara sin la visita del Niño Dios, porque "estaba pobre". Entonces aparecía la solidaridad. Sus amiguitos le prestaban algunos juguetes.
Los adultos también tenían sus tradiciones. Mis vecinos, la familia Young Winter desde medio año antes tenían frutas con licor.
Hacían unos deliciosos dulces de frutas que todavía añoro.
Mi madre fabricaba ron ponche "suave", con poco licor.
Los vecinos eran amigos en términos generales, aunque en el barrio existieran varias razas y nacionalidades.
Había gente afroantillana, descendientes de italianos, panameños del patio, cubanos y hasta chinos que poco se mezclaban con sus vecinos.
Hoy las cosas han cambiado en esa calle. Las veces que he ido no encuentro niños jugando con sus juguetes. Todos están metidos en sus cuevas de departamentos y casas llenas de rejas.
Pero soy un soñador. Compungido creo ver a los chiquillos de mi época haciendo guerra de un lado a otro, y las niñitas practicando para ser mamacitas cuando grande.