Entre el 20 de diciembre de 1989 y el 4 de enero de 1990 se conjugaron en Panamá las vidas de un dictador, su más estrecho escolta, tres hombres a quienes les robaron las elecciones, un presidente de EEUU, dos generales estadounidenses, tres sacerdotes católicos y un agente de la DEA.El evento que los reunió fue la Operación Causa Justa, o como lo conocemos en Panamá: La invasión.
Habiendo ganado ampliamente las elecciones presidenciales de mayo de 1989, que fueron anuladas por los militares, Endara fue instalado como presidente de la República por Estados Unidos, convirtiéndose en el primer mandatario panameño de la nueva democracia.
Endara se encargó de sacar al país del abismo económico que había quedado por la invasión. Durante su mandato, recuperó la economía, y aprobó la ley que crea la Autoridad del Canal de Panamá, pero fracasó al proponer un Referéndum de Reforma Constitucional para abolir el Ejército, que fue rechazado.
Su presidencia también marcó un distanciamiento con sus aliados políticos del Partido Demócrata Cristiano, quienes fueron expulsados de su administración.
En 1994, entregó el poder al ganador de las elecciones de ese año, el perredista Ernesto Pérez Balladares. Fue la primera transición de poder sin incidentes en décadas.
Tuvo serias diferencias con la administración de la arnulfista Mireya Moscoso, que lo hicieron renunciar al partido. En el 2004, se lanzó como candidato a Presidente apoyado por el Partido Solidaridad, obteniendo el 30.8% de los votos y quedando en segundo lugar, detrás de Martín Torrijos.
En noviembre de 2004, Endara tuvo que ser operado del corazón para corregir una obstrucción coronaria. Tras recuperarse, fundó el partido Vanguardia Moral de la Patria, y anunció que se postularía nuevamente para las elecciones del 2 de mayo de 2009.
Guillermo Endara falleció el 28 de septiembre de 2009 de un ataque cardíaco, mientras se preparaba un emparedado en su casa. Recibió funerales de jefe de Estado.
PADRE JAVIER VILLANUEVA
El Párroco de la Iglesia de Cristo Rey, donde se congregaban civilistas y panameños que combatían la dictadura militar, fue el contacto que recogió a Noriega y lo llevó a la Nunciatura Apostólica para refugiarse de las tropas estadounidenses.
Junto con el nuncio Apostólico de Panamá, José Sebastián Laboa, y el secretario de la Nunciatura, Joseph Spitteri, Villanueva fue el último que entregó a Noriega al ejército yanqui el 3 de enero de 1990. Mientras Noriega era esposado por agentes de la DEA, Villanueva dijo a Noriega: "Rezaré por usted todos los días", ante lo que el ex hombre fuerte le respondió: "Gracias".
Villanueva murió un 20 de octubre de 1992.
