Los fuertes impactos económicos que modifican el paso al caminar, especialmente a los grupos sociales donde se amasan los inadvertidos, siguen pensando que la luna es de queso, pudiéndose engullir por pedazos, como cualquier suculento y desiderable manjar. Bronco estertor que produce conmovedoras sacudidas en la gente, percibidas en algunos como fuertes tragedias convertidas en tristes agonías que obran haciendo las veces de testigos que asisten a una lenta y oprobiosa expiación.
No es posible que el pueblo panameño no puede guardar algo de lo poco que gana para los duros y difíciles días que nos quedan por venir. La amañada cultura que profesamos botándolo todo, pensando que el gobierno actuará como el maná, es la pobre equivocación que cunde y sacude por doquier; la varita mágica caerá inhibida sin poder procesar las múltiples necesidades que nos hemos engendrado siguiéndoles el gusto a los escuetos albedríos. Jamás en la vida le he visto el rostro a la tranquilidad y, los regalos, pocas veces han llegado a mis manos acostumbradas a las grandes realizaciones, efectuadas por los esfuerzos sin fronteras que espían tanto a los sacrificados de la existencia. Algunos somos los dedicados de siempre, mientras otros lo tiran todo por la borda, porque sencillamente son niños de pecho pensando, siendo muy fácil su identificación, mañana serán sometidos sin dudarlo al riguroso experimento en la mesa trágica próximas a efectuarse las engorrosas cirugías. Conejillos de indias de siempre, donde abundan en alto relieve los tragos, regalos, chingueas, paseos y las fiestas que no podrán salirse de la minuciosa agenda diaria. Los que no tienen nada son los manirrotos del momento. Aún con la pesada situación creada por el alza indiscriminada del petróleo, se guían como trasnochados voluntarios, añorando como única salida, la ley física de la gravitación universal de Newton que los salvará, diciéndoles que todo: , lo que sube irremediablemente tiene que bajar. La cultura del botarate nunca ha construido nada, pues es de costumbre que en el preciso momento de abarcar se ha apretado poco o la quilla ha hecho agua el barco sepultándolo.