El nonagenario Augusto Pinochet, arrestado, procesado y sumido en el desprestigio, ya no atemoriza a la Democracia chilena, aunque, tras quince años de transición, aún existen algunos resabios autoritarios.
Con un Pinochet desterrado de la agenda política chilena, ha desaparecido también el murmullo militar que acompañó a los primeros gobiernos de la transición: las Fuerzas Armadas chilenas han quedado sujetas al poder republicano y un ejemplo de su modernización es su participación en las operaciones internacionales de Timor y Haití.
Los analistas coinciden en que Pinochet dejó su impronta en la Constitución y en leyes que aún impiden a los chilenos ser ciudadanos en el sentido clásico del concepto, con escasos espacios de participación en una sociedad modernizada pero de claro sello conservador.