El equipo del panameño José Justavino ganó y logró pasar a la segunda división Argentina. Fueron campeones de la tercera. No hubo nervios, ni adrenalina, ni un resquicio para la ansiedad. Racing tuvo un temple de acero para manejar sus urgencias con la tranquilidad del que se sabe ganador antes de pisar la pista. Y, una vez en el baile, bailó... Lo sufrió Cipolletti, que de puro especulador se quedó sin fiesta.
Fue 3-0, la diferencia que la Academia necesitaba para ser campeón. Sepultó a Cipolletti con atributos más que legítimos: seguridad en el destino de cada balón y manejo de los tiempos del juego para conseguir la ventaja deseada. Y, cuando tuvo que defenderse, eligió hacerlo sin arriesgar el marcador, lo más lejos posible de Cabrera.
Racing fue una tromba en los primeros minutos. Fundamentalmente porque Rami tuvo la decisión y la confianza con la que un delantero debe encarar en el área rival.
¿Esa jugada pudo haber cambiado la historia del partido? Pudo (correspondía penal y expulsión de Artés, quien estaba amonestado), pero la abrumadora superioridad albiceleste, de punta a punta, no dejó lugar a esa polémica.
El tándem Ruscitto-Monserrat -uno quitando y el otro jugando y haciendo jugar- le puso orden a la voracidad académica, mientras Rami seguía provocando zozobra cada vez que pisaba el área visitante. |