Me permitirías salir con ella, pregunté a mi esposa. Sí, respondió. La invitaré al cine y luego iremos a cenar. Sé que tenemos mucho de qué hablar. Debo mirarla a sus ojos para contemplar su amor y acordarme siempre de ella. ¿Le ha pedido a su esposa algún día salir con otra mujer?
Esa noche salí corriendo del trabajo. Vi que el reloj de la oficina marcaba las 6:30 de la tarde. Antes de retirarme a mi encuentro con la otra mujer, llamé a mi esposa para decirle que no me guardara comida. Llegaré tarde, le dije. Ella sabía que ese día sería especial para mí. Estaba muy ilusionado.
Me sentía muy nervioso. De pronto me sentí como en la época escolar. No sabía cómo reaccionaría al verla. Me había citado con ella a las 7:00 de la noche. Le dije que comprara los boletos para ver una película de humor, pero, por desgracia, llegué retrasado y decidimos ir directo a comer.
La tomé de los brazos y la llevé al auto. Ella me contemplaba, como si viera en mí los años que han pasado y lo mucho que he cambiado desde el primer día que me conoció.
Tenía un vestido muy hermoso. Sus labios tenían un brillo especial que se combinaba con su radiante sonrisa y la luminosidad de su ojos.
A los 20 minutos, nos bajamos del auto y nos sentamos a la mesa de aquel restaurante. Platicamos de nuestras vidas. Le hablé de mi esposa y mis hijas. Ella fue muy dulce cuando le conversé de mis niñas y sonrió.
Nuestra mesa era especial. Las personas nos miraban y nos creían por locos, pero era una locura eterna de amor que nadie comprendería.
El tiempo pasó tan rápido que no nos dimos cuenta, pero quedamos en vernos en otra ocasión. Aquella mujer dijo: la próxima vez yo invito. Le indiqué que no estaba de acuerdo, pero acepté su invitación.
Dos semanas más tarde, la mujer falleció. Esa mujer era mi madre. Fue muy triste haberla perdido, después de estar con ella ese día. Al cabo de un tiempo, alguien toca a la puerta con una invitación. El mensajero me decía que es un encomienda de Laura, así se llamaba mi madre. Le dije que no podía ser porque ella había fallecido.
Abrí la tarjeta y en la misma había una invitación para cenar en el mismo restaurante. Noté un escrito que decía: "Sabía que no podría estar contigo ese día, por eso reservé por adelantado una mesa para tí, tu esposa y tus lindas hijas". Más abajo decía: "La pasé muy feliz contigo. Nunca olvidaré aquella vez que salimos juntos. Te amo hijo, tu madre".
La historia que he narrado la recibí un día a mi correo. Son de esos pocos mensajes valiosos que envían por computadora que se le puede sacar provecho del bueno y hoy he querido compartirlo con usted.
Si aún tienen a sus madres vivas, invítenlas a pasarla juntos. No esperen cada 8 de diciembre para visitarla.
Todos los días deben ser para nuestras madres. Ellas se merecen nuestro amor hoy, mañana y pasado mañana.
Doy gracias a Dios por bendecirme. Hoy quiero expresar mi amor a mis cuatro mujeres. Mi querida esposa Yoira, mis hijas Khadine y Kristin y mi amada madre, Xenia, una mujer que llena de alegría a nuestra familia por ser una madre abnegada y una tierna abuelita.